Wednesday, November 6, 2024

Mi fiel amigo

 


Mi fiel amigo

“No era más que un zorro, semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo” Antoine de Saint-Exupéry (El principito).

 

Dicen que los niños con autismo “viven en su mundo” y me tocó vivir con mi hijo una amistad de “otro mundo” porque en este nunca he visto una amistad más hermosa y fiel que la que existió entre un niño pequeño y su caballo.

Era una mañana soleada el día que Andy conoció a Lobo, un hermoso caballo con el que iba a aprender a montar, tenía tan solo tres años, no hablaba y no sabía si iba a gustarle montar, Iván le presentó a Lobo, desde ese primer instante surgió el amor y la amistad entre un caballo y mi pequeño niño.

Se acercó a Lobo y él se inclinó, las pequeñas manos de su amigo acariciaron su trompa por primera vez y con un movimiento de cabeza Lobo lo invitó a montar en su lomo, jamás había visto esa mirada de felicidad, su enorme sonrisa, se podía ver la felicidad en un rostro inocente mientras estaba en el lomo de su primer amigo.

Se podía ver que ambos, caballo y niño eran felices juntos y se amaban, todos los sábados por las mañanas despertaba con alegría y aunque no hablaba, empezó a hacerlo, una de sus primeras palabras espontaneas fueron: “vamos, lobo” se subía al auto y aunque el trayecto era largo para él saber que iba a montar a su amigo hacía que el viaje se acortara, al llegar al rancho bajaba y corría directo a montar a su amigo, era inmensamente feliz, lo llenaba de caricias y lo abrazaba de las patas.

Yo sabía “leer” a mi hijo, al no ser verbal aprendí a interpretar sus movimientos, sus gestos y mi conexión con él se hizo tan fuerte que aún ahora que habla y se comunica perfectamente nos sobran las palabras para entender al otro, yo sentía en mi corazón que ese niño y su caballo tenían una conexión muy fuerte y se entendían uno al otro como nadie.

La vida me regaló el momento en el que todos pudimos comprobar que la conexión del niño con el caballo era tan fuerte que el día que se despidieron pudimos presenciar el momento más maravilloso, tierno y desgarrador.

Llegamos a montar como cada mañana algo notó el niño en el caballo y le dijo a la persona que estaba montando con él que Lobo se iba a caer, eso le permitió actuar con rapidez para que no ocurriera un accidente, yo estaba detrás del ruedo, vi al niño saltar a los brazos de Gina y a Lobo desplomarse, sacaron al caballo del ruedo y trataron de proteger al niño hasta saber qué había sucedido, el niño corrió a encontrarse con su amigo, estaba echado en la tierra, se inclinó para abrazarlo y empezó a despedirse de él, recuerdo las palabras exactas como di hubiese sido ayer, le dijo:

Estás cansado, tus patas están cansadas, tus orejas están cansadas (mientras lo acariciaba con ternura) en su mirada podía ver dolor, empatía, un profundo amor y un dejo de tristeza, sus ojitos se llenaron de lágrimas y abrazó a su caballo y le dijo adiós Lobo te quiero con todo mi corazón, se acercó a mí y me dijo que ya no iba a volver a ver a su amigo, de regreso a casa vi por el retrovisor como rodaban lágrimas por sus mejillas, era un llanto silencioso, su mirada reflejaba el dolor de un corazón roto por perder a su amigo, volvió a montar, pero jamás tuvo una conexión igual con otros caballos y sé que en su corazón sigue Lobo, su fiel amigo y compañero de tantas cabalgatas en el ruedo y los alrededores del rancho.

Vivir esa historia y recordarla me llena de recuerdos, me remonta a la belleza de la amistad y la frase inicial que es de li libro favorito, pueden existir otros cien mil caballos como Lobo, pero el amor y la conexión que existió entre ese caballo y ese niños los hizo únicos en el mundo y cada vez que alguien dice que los niños con TEA “viven en su mundo” respondo que viven en el nuestro pero que definitivamente sus almas si son de otro mundo, uno donde no existe la maldad porque la pureza e inocencia de sus almas no existen en este mundo.

Tere de Cortéz  

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