“No me veas, mírame”
“Aprender
que mirar no es ver, que la vista abarca solo la superficie y que para
comprender hay que adentrarse y mirar en la profundidad del ser una realidad
que nos puede sorprender”
Había
una vez un pequeño niño en una aldea, su madre le miraba con rostro
resplandeciente y amoroso, el pequeño niño era diferente a los demás llevaba
sobre la piel barro que le cubría y protegía del sol, la maestra y algunos
niños del cole se reían de él, algunos hasta le trataban con desdén.
El
pequeño niño a veces era tratado como si fuese de cristal, a veces con crueldad
y rudeza, al verlo diferente la gente se hacía muchas ideas sobre él, creían
que no se daba cuenta, pero herían su corazón, su madre era la única persona en
la aldea capaz de ver lo maravilloso que era ese pequeño niño.
El
tiempo pasó y la piel del pequeño niño creció, su piel se fortaleció y ya no
necesitaba que el barro sobre la piel para protegerse del sol, esa mañana todos
podían ver la hermosa piel de porcelana y los hermosos rizos sobre su cara ya
no estaba cubierto de barro y aquello que solo su madre podía mirar saltaba a
la luz …
En el
mundo existen muchas personas con discapacidad que vemos, solo vemos su silla
de ruedas, su bastón, las diferencias visibles, lo que nos parece extraño o
peculiar, vemos solo con los ojos y no miramos con el corazón, no miramos más
allá de lo visible, no miramos lo que hay debajo del barro.
Estamos
acostumbrados a ver, vemos una silla de ruedas,
vemos un bastón, un implante coclear, vemos diferencias, vemos dificultades,
vemos un diagnóstico, una condición, vemos solo lo que nuestros ojos nos
permiten ver, solo la superficie ¿qué hay adentro?, ¿qué hay en el fondo?,
¿cuál es la esencia?
Mirar,
hay que mirar adentro, más allá de si es correcto llamarle autista o
persona con autismo, más allá de lo que creo que lo limita, más allá de su
condición o su diagnóstico se encuentra “Héctor” o “Abril” y ellos (como todas
las personas) tienen una esencia, tienen identidad y personalidad, tienen
talentos y debilidades.
Más
allá del barro que les cubre, se encuentran seres humanos, con gustos,
aficiones, que ríen, sienten, disfrutan, que son como cualquier persona, que
igual que Martha quien tiene el cabello rubio es mucho más que “la güera” o
Pepe el que tiene el cabello rizado es mucho más que sus chinos.
Incluso
aquello que puede ser un “límite” o dificultad puede llegar a ser su mayor
fortaleza si dejamos de ver y empezamos a mirar, por ejemplo, un niño con hiperactividad
se puede ver como un “problema” pero si miramos su hiperactividad como una
OPORTUNIDAD seguramente podemos empoderarlo y convertir esa “debilidad” en
fortaleza.
Las
personas con alguna condición o discapacidad son mucho más que ello y debemos
de dejar de ver su condición y empezar a mirar sus talentos, los seres humanos
que son, dejar de ver la silla de ruedas y empezar a mirar a José o a Rosa, debemos
dejar de ver diagnósticos y mirar seres humanos.
Recuerdo
un maestro que tuve al que le pregunté si debía llamarlo profesor o maestro y
él me respondió me llamo Salvador, puedes decirme “Chava” y lo cuestioné si no
le parecía una falta de respeto de mi parte llamarlo “Chava” y no maestro ya
que él tenía una maestría y su respuesta me pareció maravillosa, “la maestría
ocupa unos años de mi vida, ser Chava me tomó 49 años hasta el día de hoy,
Chava es más importante porque maestro es una palabra que etiqueta mi oficina
pero Chava es todo lo que soy” ese día aprendí que ninguna etiqueta o dx es
importante, las personas somos mucho más que una profesión, una nacionalidad o
un diagnóstico, si dijéramos que yo soy escritora me reduce a unas horas frente
a mi laptop escribiendo, pero si en lugar de ver a la escritora miramos a Tere
soy mucho más, soy mamá, soy atleta, soy esposa, amiga, nuera, cuñada,
compañera, cocinera, alegre, divertida, competitiva, relajada, amorosa,
paciente, soy un montón de cosas buenas y no tan buenas, soy un ser humano con
muchos matices, luces y sombras, con habilidades, retos por superar, hobbies,
metas, sueños. Todos somos seres humanos no somos una etiqueta, no somos un
diagnóstico o una profesión somos Juan, Pedro, Sofía y muchos millones de
personas más en el mundo todos diferentes, pero igual de valiosos, con o sin
discapacidad merecemos que nos miren y no solo nos vean.
Hay
que abrir el corazón, la mente y el alma y empezar a mirar más allá de lo
visible a nuestros ojos.
Tere de Cortéz

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