Amor,
Amistad y Neuro diversidad
“No es
suficiente mostrar amor y amistad con sólo palabras, hay que dejar que el
corazón se encienda y muestre bondad a todo aquél que cruce en nuestro andar”
Era
una mañana fresca, el sol apenas estaba saliendo y nuestro pequeño jinete bajó
del caballo, se apresuró a los columpios (para jugar siempre hay prisa) y se
encontró con un amigo, le invitó a subir con él al columpio y la mamá de éste
le explicó que no habla, entonces le sonrió lo tomó de la mano y jugaron juntos.
Poco
después el mejor amigo del pequeño jinete enfermó de leucemia, estaba en el
hospital y el pequeño jinete fue a visitarlo, la mamá de su amigo se acercó
empujando una silla de ruedas, su amigo estaba cansado, tenía fiebre y había
perdido la fuerza de sus piernas, le expliqué al pequeño jinete que su amigo no
podía jugar que solo podría estar un momento con él, se acercó a la silla de su
amigo, puso su mano sobre la mano de su amigo y entonces despertó, abrió los
ojos y apareció una gran sonrisa, intentó levantarse pero no podía, el pequeño
jinete lo abrazó y el semblante de su amigo cambió. Ellos me enseñaron que el
lenguaje del amor solo pueden hablarlo quienes tienen un corazón puro y
sincero.
Esa
mañana comprendí que cuando hay amor en un corazón no existen barreras
para comunicarse, la amistad entre ellos surgió esa mañana y no hicieron falta
palabras, bastó el amor dulce y tierno de dos niños para que se encendiera la
llama del amor que resplandecía en sus sonrisas.
Los
niños son maravillosos, Estrellita era justamente eso, una estrella brillante
llena de amor y ternura cuidaba de su amigo con amorosa bondad, ella le tomaba
de la mano si él corría hacia el lado opuesto, le enseñaba palabras y le
abrazaba cuando los gritos lastimaban sus oídos.
Lo
abrazaba con amorosa ternura acariciaba su cara, el amor maternal se asomaba en
esa pequeña niña de tan solo 4 años, su
dulzura me conmovía, jugaban juntos y a pesar que su pequeño amigo no podía hablar eso parecía no importarle ellos se entendían con sonrisas, con miradas.
Jaime
tiene un mejor amigo, come con él a la hora del lunch, le da de sus galletas o
su jugo, a veces si su amigo no entiende indicaciones Jaime pacientemente le da
dirección, le explica y siempre le motiva a hacer mejor sus trazos en el cole,
corre detrás de él y se sientan a comer palomitas junto al árbol.
Los vi
tomarse de la mano, correr juntos sin decir palabra, compartir palomitas y
pastel, reír juntos y una vez más pude comprobar que el corazón de un niño es
el único capaz de eliminar toda barrera y solamente dejar que el corazón
exprese el lenguaje del amor.
El
amor no entiende de “peculiaridades” no sabe
distinguir el color de la piel, no sabe de cuentas bancarias, nacionalidad,
religión o discapacidad y cuando un corazón está lleno de amor, desborda
dulzura, paciencia, comprensión, empatía y muchas otras virtudes, cuando el
amor brilla el mundo se libera de oscuridad.
A
veces el amor es ciego, no ve defectos, no ve fronteras, no ve razones para
excluir, para discriminar, cuando el amor se enciende en un alma su calor
se esparce irrestringido por doquier, siempre encuentra un resquicio por donde
colarse, por donde mostrar bondad y donde brillar.
Fuimos
creados para mostrar amor unos a otros, para
ser luz que ilumine nuestro camino y el de otros, para encender dentro
de nuestra alma el amor, ese amor puro y sincero que carece de filtros, de
límites y que encuentra razones para amar, para dar y servir, para entender y
abrazar.
Los
niños siempre son el ejemplo perfecto de bondad, hay
que ser como niños, conservar ese corazón puro, hermoso y radiante con que
fuimos creados y amemos al prójimo sin ver su silla de ruedas, sin ver el color
de su piel o su condición, sin importar si habla con la voz o las manos.
Eso es
amor y amistad los que ven con el corazón, con un cariño incondicional incapaz
de juzgar, excluir o mirar la neuro diversidad, los niños me han enseñado
más de lo que han aprendido de mí y la mejor lección es aprender a amar.
Tere
de Cortéz

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