Soy más fuerte de lo que
pensaba
«Lo que
no te mata te hiere de gravedad y te deja tan apaleado, que luego aceptas
cualquier maltrato y te dices a ti mismo que eso te fortalece» – El crepúsculo
de los ídolos. Nietzsche. 1889.
Quienes
me conocen bien, me describen como una mujer fuerte, tenaz, resiliente y
Valiente, siempre que me lo dicen mi respuesta es: “No lo soy, la vida que me
tocó vivir me obligó a serlo”.
Desde
niña aprendí a sobrevivir sola, si me caía y me raspaba yo misma lavaba mi
herida y me ponía un curita, si algo me dolía me encerraba en mi cuarto a
pensar en cómo curarme.
Mis
padres tuvieron un hijo antes de que yo naciera, me golpeaba mucho así que
aprendí a sobrevivir a los golpes y a pensar rápido en soluciones para escapar
lo más pronto posible de mi agresor.
Recuerdo
una golpiza que me estaba dando con el tubo de la aspiradora me agaché y me “hice
bolita” en el piso y cuando vi la oportunidad me metí entre sus piernas y
escapé a mi habitación, sabía que iba a seguirme y sabía que iba a patear la
puerta hasta tirarla así que agarré los cojines de mi cama, me puse junto a la
puerta me puse los cojines en la espalda para que cuando la puerta callera
sobre mí pudiera escapar por debajo, correr a la salida sin mirar atrás, tomar
las llaves del carro en la entrada y salir hasta el estacionamiento donde lo
guardaba mi papá y salí sin mirar atrás hasta que llegué a casa de una amiga,
ella no estaba pero su abuelita sí, me vio tan mal que me permitió entrar y me
pidió que le contara, me abrazó y empecé a contarle lo sucedido recuerdo que
ese día le dije: “me da miedo que un día me mate a golpes, no me quiero ir, no
quiero volver a mi casa” ella le llamó a mi papá habló con él y le dijo que
necesitaba que garantizara mi seguridad porque de lo contrario no le iba a
permitir llevarme con él de regreso a casa.
Te
acostumbras al maltrato, eres como un pez que toda la vida ha vivido en una
pecera, no conoces otra vida ni otro mundo y cuando te suceden cosas menos
graves de las que has vivido no te lastiman y no es que seas muy fuerte, más
bien las heridas de tu alma son tan profundas y tan grandes que una más pequeña
o más superficial aparentemente no duele, pero más bien conoces un dolor mucho
más grande e intenso que eso.
Con los
años me hice fan de la lectura, amo leer y a veces si un libro me agrada podría
terminar de leerlo en un par de semanas, entre toda la literatura que me
encanta se encuentran los escritos de Siddartha Gautama (Buddha) una de las
frases que casi llevo tatuada en el alma es: “A tus buenas acciones la
felicidad las seguirá como una sombra y de la misma manera a tus malas acciones
serán como la rueda que sigue la pezuña del animal que tira de tu carreta”
entendí que todo tiene una razón de ser, que la vida suele reflejar lo que
somos, si actuamos con amor y bondad nos irá bien y si actuamos con rencor y
maldad nos irá mal, que cada uno construimos nuestro paraíso o infierno en la
tierra y lo vivimos en este mundo.
Otra
frase que amo y llevo en mi alma es igual de Buddha y dice: “El dolor es
inevitable y el sufrimiento opcional” entendí que no puedo controlar las
acciones de los demás y que a veces sus acciones me van a doler y eso no puedo
cambiarlo o evitarlo, está fuera de mis manos controlar lo que otros hacen o
dicen, lo que sí puedo cambiar es como enfrentarlo y mi actitud ante ello, no
puedo evitar que alguien con un cuchillo me abra una herida y que eso me duela,
tengo opciones, la opción de buscar unas tijeras y hacerle una herida a esa
persona, puedo maldecirla, puedo tirarme a llorar, dejar que la herida se
infecte o puedo lavar mi herida, curarla, cuidar de ella y aprender de la
experiencia y quizá puedo reconocer en los ojos de alguien cuando va a hacerme
daño y prepararme o evitarlo.
En mi
vida he aprendido a abrazar el dolor como agente transformador, aprender de mis
errores, aprender de cada experiencia, hacer el dolor mi amigo y mi maestro no
solo de mi vida espiritual también de mi cuerpo, he aprendido a abrazar el
dolor para transformar mi cuerpo y crear una mejor versión de mí misma.
Aprendí
a dar amor a todo ser que cruzara en mi camino y cuando algunos de ellos me
abrieron heridas en el corazón aprendí a amarme más a mí misma que a nadie en
el mundo y a dar amor a quien se gana mi amor y entregarme solo a quienes son
recíprocos y que eso no implica tratar mal a los demás se puede ser gentil con
todos, ser amable con todos pero no puedes darle tu corazón a todos porque
algunos de ellos abusarán de ti y te lastimarán, después te culparán de cambiar
de ya no ser esa persona dulce y amorosa pero no es porque realmente dejaste de
serlo es porque ya no pueden usarte ni abusar de tu bondad.
Quizá
el dolor te hace soportar muchas cosas porque te han lastimado tanto que un
golpecito no duele o parece insignificante y aparentemente aceptas malos
tratos, en realidad en mi caso he adquirido la sabiduría de elegir batallas y
no engancharme y como dice Cristo “poner la otra mejilla” pero no para que me
golpeen de nuevo sino para no engancharme e ignorar finalmente cada persona tiene
sus demonios dentro y procuro enfocarme en construir mi paraíso, perdonar, no
engancharme, no guardar rencor, dedicarme a hacer lo que creo es correcto o que
mis acciones sean buenas y aunque no siempre lo logro estoy dispuesta a pagar
el precio por mi pedacito de cielo o infierno y al final descubrí que si soy
más fuerte de lo que pensaba, pero no por resistir los impactos de la vida o
por que los golpes de otros no me tiran, me hice fuerte mentalmente,
espiritualmente y con un corazón capaz de amar a pesar de las heridas que
muchos le han causado.
No comments:
Post a Comment