Agradecer,
sanar, comprender y amar.
Retrocedí
mis pasos, agradeciendo lo aprendido, lo vivido, comprendiendo el ayer para
vivir hoy, mañana y siempre con amor y libertad.
Tenía
13 años cuando abusaron de mí la primera vez, crecí con esa herida en mi cuerpo,
mi corazón y mi alma, por años cargué culpa, odio, resentimiento, dolor y
tristeza, viví la vida pretendiendo que no había sucedido pensando que así
viviría feliz y no me arrepiento, hoy comprendí que cada paso tiene una razón
de ser y que a los 13 años hice lo que pude con las herramientas que tuve para
protegerme y cuidar de mí, ¿Qué no son las ideales?, eso ya lo sé y sé muy bien
también que era una niña y no podía hacer más, me perdoné por haberme exigido
actuar como adulta cuando tenía 13 años, que fui dura conmigo misma y que la
compasión, comprensión y empatía que siento por otros debí sentirla conmigo
misma para entender que era exigirle demasiado a una niña que estaba durmiendo
en su habitación.
Me
convertí en adulta y me casé, fui madre y seguí viviendo como podía arrastrando
mis heridas, mis miedos y mis demonios cargando sobre la espalda pensando que
había superado lo sucedido, que había encontrado la felicidad, viví
inconsciente de la carga que llevaba a cuestas y el impacto que éste tenía en
mi vida, me engañé a mí misma bloqueando todos mis recuerdos de esos días (sí,
fueron varias veces las que entraron en mi habitación a abusar de mí) entendí
que bloquear o enterrar el pasado no es superarlo, hoy puedo decir que después
de trabajarlo mucho por fin superé lo que me pasó y perdoné a mi agresor, le
perdí el miedo a llamarlo violador o agresor, entendí que quien hizo mal no fui
yo, quien entró a mi habitación y rompió mi corazón en pedazos fue él y que
había sido demasiado dura conmigo misma y aprendí a perdonarme por serlo.
Cuando
mi compañero de toda la vida me dijo que no me amaba y mi relación con él
terminó, sentí que mi mundo caía en pedazos, que estaba muerta por dentro y por
primera vez en mi vida pedí ayuda, mi duelo no era porque lo amaba, era perder
lo que tanto me aferré a construir, tuve una infancia complicada, tengo medios
hermanos, mi papá fue infiel muchas veces, viví violencia, malos modos, malos
tratos, fue una infancia llena de violencia de muchos tipos y lo único que yo
quería era una familia, un hogar y caí en la red de un narcisista que si me dio
hijos y una familia, creí que sin él la vida de mis hijos sería un infierno,
creí que al quitarles a su papá iban a sufrir, estaba tan acostumbrada al
maltrato que me sentía perdida sin saber qué hacer, como un pececito que toda
su vida vivió encerrado en una pecera sucia y lo cambiaron a una pecera de agua
limpia y creyó que su vida era buena y feliz porque el agua era cristalina, en
realidad pasé del maltrato físico y verbal a un maltrato pasivo y sutil, pero
igual que mi ejemplo pasé de una pecera sucia a una limpia pero ambas siguen
siendo peceras, siguen siendo una prisión, el maltrato pasivo aunque no es
físico sigue siendo maltrato y al soltarme en el océano sentí miedo, jamás
había visto lo inmenso que es el mar, aunque es hermoso y la libertad se vive
plenamente sentí miedo pues solo sabía nadar en una pequeña pecera, poco a poco
me tocó descubrir el amor, empezando por mí misma, la libertad y la felicidad,
no se parece en nada a lo que viví antes, ha sido un viaje maravilloso el
retroceder en el tiempo para comprender en qué momento me rompí para sanar cada
grieta, para deconstruir mi alma, conocerme, entenderme, aceptar mis grietas y
sanarlas una a una, reconstruirme a mí
misma en una mejor versión.
Comprendí
que cada suceso, cada paso y cada experiencia vivida me convirtieron en la
mujer que soy ahora, que cada evento en mi vida era necesario para llegar al
punto donde estoy el día de hoy no ha sido fácil he llorado por semanas enteras
todas las lagrimas que no salieron de mis ojos cuando era el momento, tuve que
derramarlas para limpiar mi alma con ellas y sanar cada una de mis heridas,
entendí que vengo de un entorno violento, de los escombros de una familia
carente de amor y de respeto, donde todo era violencia y donde mi voz fue
silenciada muchas veces, las palabras que más he escuchado son “cállate, no
molestes” venían de la boca de mi madre, la misma palabra me la repetía mi
violador cada vez que entraba a mi habitación y yo quería gritar, el miedo me
paralizaba y él cubría mi boca diciéndome “cállate” y me callé, callé por años
todo lo que me dolía, callé por años lo que he vivido, me callé cada vez que
alguien me lastimaba, que algo no me gustaba o me sentía herida, me callé
tantas cosas tantas veces que el día que por fin lloré pude hablar y decir todo
lo que viví y mi cuerpo también habló sentí dolor en cada parte de mi cuerpo,
tuve vomito por días, me dolía la cabeza y no dejé de llorar en tres días
seguidos, después de eso fue liberador, como si me hubiesen quitado una carga
muy pesada de encima, me miré al espejo y hablé con la niña que fui, le pedí
perdón por haber sido dura con ella, por juzgarla y culparla de lo que nos
pasó, ella no tuvo la culpa, era una niña de 13 años dormida abrazando a su oso
de peluche el día que todo pasó, me perdoné y me prometí a mí misma que iba a
amarme y a protegerme siempre, que nadie volvería a callarme y le hice caso a
un ángel que apareció en mi vida cuando era niña y me encerraba a llorar en el
armario, se sentaba junto a mí con amor y paciencia a preguntarme ¿qué me
pasaba? Y como siempre se me dijo que me callara me callé no podía hablar,
aunque por dentro quería gritar y decir tantas cosas, ella me regaló una
libreta y me dijo: “escríbeme, deja la libreta en la puerta y cada noche
prometo leerte y contestarte, desde entonces escribir no solo me gusta, lo
disfruto y me apasiona, escribir es mi lengua, mi idioma, la forma en que mi
corazón expresa su sentir y mi mente plasma mis pensamientos más profundos.
En el
camino me encontré con quien soy en realidad y aprendí a amar cada parte de mí,
incluso las experiencias dolorosas que me trajeron aquí a esta silla enfrente
de una laptop para escribir, para decir que todo lo aprendido y lo vivido es
digno de agradecer porque encontré el verdadero amor, el amor que yo misma
puedo darme.
Y
encontré al hombre que me ama de la forma que merezco ser amada, con cada poro
de mi piel, con cada cabello y estría, con sonrisas o con lágrimas, cuando soy
un mar en calma o cuando mis olas se agitan y sube la marea, con un amor libre
que empieza de mí para mí y comparto con él cada día.
Un
amor pleno y libre de ataduras y resentimientos, un amor que es para siempre
porque sin importar si estoy con él o a solas es el mismo amor, el amor que me
permitió agradecer a cada persona en mi vida, incluso aquellas que me enseñaron
de la forma más dura y cruel el camino, que existen un millón de formas de
herir un alma, pero también existen muchas más formas de sanarla y que hay
personas que llegan para enseñarte, herirte o lastimarte para que aprendas a
poner límites o a amarte y protegerte a ti misma y otras que te enseñan del
amor, de la bondad, algunas son luz y otras oscuridad, pero todas tienen un
propósito en tu vida,
Aprendí
que hay amores que desgarran el alma casi sin que te des cuenta y que te
aferras a ese amor porque crees que es lo que te sostiene, cuando en realidad
te sostienes a ti misma y al final de todo descubres que no es la rama de un
árbol en quien debes poner tu confianza, sino en tus propias alas que son las
que van a sostenerte cuando se rompa la rama.
Tere
de Cortéz

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