Mi pequeño amigo
“La paciencia no es la espera pasiva,
es la aceptación activa y la lucha en los procesos necesarios para superar los
retos y lograr los sueños”
Una
vez tuve un pequeño amigo, le costaba permanecer sentado y prestar atención en
clases, yo era su amiga y su apoyo, siempre pensé que mi amigo solo necesitaba
un poco de guía para lograr grandes cosas, alguien que creyera en él y fuera
paciente, tenaz y amoroso con él.
Pasé
una semana con él le repetía las instrucciones de sus maestras, cuando le tocaba
leer íbamos siguiendo la lectura con el lápiz, platicaba con él en los
descansos, noté que mi pequeño amigo no podía dejar de mover la pierna y abrir
y cerrar el puño, puse mi mano sobre la suya y solo dije aquí estoy, él me
sonrió y dijo gracias.
En
el recreo destapaba su lunch y empezaba a correr por todo el patio, corrí tras
él lo tomé de la mano y le dije ven vamos a sentarnos a comer, era muy inquieto
así que empecé a jugar con él y la comida para que comiera cada bocado, otros
niños se acercaron a nosotros y me decían que él nunca se sentaba a comer que
siempre le gustaba correr y no quería jugar con ellos.
A
mi amigo le gustaba correr y era muy rápido así que ponía juegos que implicaran
correr y le permitieran utilizar su habilidad para hacer amigos, todos
corríamos con él jugando, al sonar la campana lo tomaba de la mano y me formaba
con él lo abrazaba y le preguntaba siempre si necesitaba un abrazo o tomar mi
mano.
Le
costaba hacer sumas así que las hacíamos con fichas de colores y aprendió a
sumar muy rápido, estaba feliz porque tenía amigos, podía leer y mantenerse
sentado, hacer sumas y restas, bailar y cantar, hacer todas esas cosas que le
costaban hacer al principio.
Llegó
el viernes y sabía que era mi último día con él, platiqué y me despedí me
abrazó y no me soltó la mano el resto del día, cada viernes la maestra le
entregaba una rana de peluche al niño que más se había esforzado en la semana y
para sorpresa de todos mi pequeño amigo fue el más esforzado esa semana, mis
ojos se llenaron de lágrimas y le dije ve, te toca llevarlo a casa, él sonrió y
nunca lo había visto tan feliz como ese día, cuando terminaron las clases lo
acompañé hasta el coche de su mamá para despedirnos me jaló de la mano y me
dijo vamos a casa, lo abracé y le expliqué que no podía ir con él pero que él
estaría siempre en mi corazón.
La
maestra de mi pequeño amigo me preguntó cómo había logrado tanto con él en una
semana y le respondí él podía lograr
todas esas cosas, solo necesitaba alguien que creyera en él, que le diera
seguridad, que con amor y paciencia fuera su guía y le mostrara el camino.
Todos somos capaces de lograr todo, la
paciencia y el amor son lo más poderoso en el mundo, hoy es un adolescente que es un excelente estudiante,
ya no requiere apoyos, a veces llamo a su mamá para saber de él y siempre que
recuerdo a mi pequeño amigo resuenan en mi cabeza las palabras con las que me
despedí de él, no pude ir con él a casa, pero él vive en mi corazón cada día lo
recuerdo con profundo amor.
¡Te
Amo Héctor mi pequeño amigo! Hiciste más por mí que yo por ti y aprendí de ti
mucho más de lo que yo pude enseñarte y vivirás siempre en mi corazón mi
pequeño amigo.
Tere de Cortéz

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