Brazos vacíos
“Saber que te llevaba en mi vientre
fue conocer el cielo y el día que naciste entendí que la vida es tan frágil que,
en un momento pasas del cielo al infierno, de un corazón lleno de amor y
alegría a tenerlo completamente vacío”
Tenía la sospecha de estar
embarazada, tenía que llevar a mi hijo mayor al cine era una función especial
del colegio, el expreso polar, entré antes al baño a hacerme la prueba y la
guardé en mi bolso, me emocionaba saber la respuesta pero me dediqué a
disfrutar mi tiempo con mi hijo, salimos del cine y en el auto antes de
arrancar saqué la prueba y vi que era positiva, una felicidad inmensa me
invadió, mi hijo mayor y yo deseábamos con toda el alma un hermanito para él,
los dos estábamos tan felices, me acompañó a todas mis consultas, vio mi panza
crecer poco a poco, me llenaba de besos y le hablaba a su hermanito, le leía
cuentos y le cantaba, besaba mi vientre con ternura y eligió su nombre.
Era viernes en la mañana,
desperté como cada día acariciando mi vientre y diciendo buenos días mi amor,
ya pronto voy a conocerte, me fui al trabajo y ahí se me rompió la fuente, fui
al doctor y mi bebé iba a nacer, me fui al hospital llena de ilusiones con una
maleta llena de sueños, un portabebé y un caballito de madera que había hecho
su hermanito en el taller de carpintería en el colegio, me despedí de mi hijo y
entré al quirófano a las 11 pm con la cabecita coronando, empecé a pujar y
salió mi bebé muy rápido no lo escuché llorar había un silencio que no me
gustaba
Escuché que ya no había
nada que hacer son las 12:05 ya del 29 de abril, me levanté y pedí ver a mi
bebé, me trajeron su pequeño cuerpecito sin vida, frío, le acaricié la carita
con mi nariz cuando lo tuve cerca de mí lo tomé en mis brazos y le di un beso,
me aferré a su cuerpecito y rompí en llanto, me inyectaron un sedante y me dormí
casi enseguida, cuando desperté mis brazos estaban vacíos como mi corazón.
Salí del hospital como
muerta en vida, como si me hubiesen arrancado el alma, cada vez que me
preguntaban si me dolía algo les respondía que el alma, cuando iba a consulta
mi doctor me quería recetar antidepresivos y le respondí perdí a un hijo no
puedo evitar estar así, mis amigas intentaron de todo para hacerme sentir
mejor.
Pero pocas veces somos
sensibles ante la pérdida de un bebé recién nacido, escuché atrocidades como,
quizá iba a nacer con discapacidad ¿para qué quieres un hijo así? ¡Para amarlo,
para cuidarlo y protegerlo como a todos los hijos! Otra ocasión me dijeron era
un bebé recién nacido ya supéralo y respondí no era una calceta, ni un
chocolate que se me acabó, era mi bebé, era parte de mí, de mi ser, de mi alma,
de mi corazón, a él no le gustaría verte así le gustaría verte feliz, ¿en
serio? ¿Un hijo quisiera que su mamá esté feliz porque él murió?, ¡no lo creo!.
Perder un hijo recién
nacido no solo es perderlo, es perder las ilusiones que tenías de cargarlo, es
perder su voz, su olor, su cercanía, el perfume de sus cabellos, su mano
sosteniendo tu dedo, escuchar su llanto, sus risas, su mirada, conectar con él,
ver sus primeras sonrisas, sus primeros dientes, sus primeros pasos, pierdes
todo de él, pasan los años y sigues sin tener su voz, sin su risa sin verle
crecer, sin su amor ni sus abrazos, no importa cuántos años pasen o si tienes
otros hijos porque quienes no han vivido la pérdida de un hijo recién nacido
piensan que son como manzanas si se te pudre una puedes comprar otra o sea si
se te murió uno puedes tener otro y sí, seis años después llegó Andy a mi vida
y aunque es un niño maravilloso y lo amo con todo mi ser, no reemplaza a su
hermano y la maternidad en el postparto es agridulce, me sentí inmensamente
feliz por tenerlo en mis brazos fue doloroso recordar que seis años atrás que
tuve un hijo que no puedo abrazar.
Hoy tendría 21 años mi
hijo y desearía no poner una vela en el altar de muertos en su honor, preferiría
que se comiera conmigo un hot dog o una rebanada de pizza, desearía verlo a él
y a su hermana aquí tumbados en mi cama viendo una película juntos, el día que
mi padre murió antes de irse le pedí que cuidara de mis hijos, aunque no estén
aquí presentes en el mundo, ellos viven en mí.
Realmente no te fuiste
solo te mudaste a mi corazón mi amor … bienvenido a casa mi niño
Tere de Cortéz

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